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Crítica ‘Ingravidez’ [Free City]

Free City - Ingravidez - FrontalFree City abre otra etapa. Lo demuestra su reciente disco, Ingravidez, grabado, mezclado y masterizado por Eñaut Gaztañaga en Gaztain Estudioak. Mismos integrantes, distinta gama de colores.

Para vagos y maleantes: dale al play y escucha la audiocrítica.

Veinte segundos de guitarra clásica abren el álbum. Caballo salvaje se titula el minuto de introducción. La madera aporta naturalidad. La entrada de la eléctrica es muy del rock sureño. Junto con la batería, se adelantan en espacios salvajes de lo más terrosos, ofreciendo así una píldora muy llamativa y que genera expectativa.

La entrada de Puntos de sutura rompe un poco la atmósfera de la introducción. Puntos de sutura destaca la producción compacta, en la que los instrumentos se oyen aprisionados. Los riffs son directos, y el solo sirve para perfilar, porque no acaba de rematar su frase. El estribillo -que bordea la estabilidad mental- se apoya en el pop y, aunque melódico, peca de contenerse.

La tercera pista, Hermano, suelta lastre y se desquita a base de mezclar con tino guitarras y batería. En el inicio, las cuerdas caracolean con vertiginosidad, y en la estrofa, muestran el grosor apropiado. Para que el acabado sea más contundente, una batería voluminosa. Además, el coro llena el verso, y se opta por un tiempo reducido para que la pista reduzca a cero la resistencia del oído.

Free City banda

Peib, Álex I, Álex II, Miles y Sam // FOTO: Galen Faser – Free City

Entre tanto vigor, la banda se desmarca con temas como Burbuja dorada, mucho más intimista. La melodía opta por el medio tiempo y tintineos metaleros. Riffs y voz juegan con las mismas reglas, en un recorrido sufrido que cuaja en una coda entusiasta. Sonido por momentos polar, por momentos visionario.

Tus armas recuerda a las primeras composiciones de Free City. Estrofa intensa pero minimalista y un acabado que abdica a la potencia. Batería y solista cobran mucha relevancia para mantener la tensión. Tres minutos donde asistimos a cambios de ritmo, muchas revoluciones y una lírica de libertad y dependencia.

En medio del álbum, Odio el mundo, una de las pistas que mejor funcionarán gracias a un mensaje sencillo, directo y atemporal. Nihilismo punk. El corte consigue aunar de manera noble una producción dura con la sutileza de las voces. En ello recuerdan a la faceta dramática de Funkiwis. El solista añade reflejos stoner, mientras que el coro hace que el estribillo llegue más lejos.

FreeCity logo

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Mil historias también tira mucho de coro blanco, e intenta empujar un recorrido que mantenga alerta. En ello tiene que decir mucho un fraseo pop, las guitarras distorsionadas y, sobre todo, las voces de fondo. La letra se mantiene en la subjetividad del individuo, para un mensaje donde los recuerdos y las relaciones son una enseñanza.

La octava pista, Laberinto, apuesta por una melodía con muchos giros. Abre un riff férreo, luego transita por la cadencia metalera y se deja adornar por arreglos que rozan lo electrónico. Ahora bien, su estética rompedora no esquilma el trabajo de voces, entre las que se encuentra Juanjo de Ezpalak (junto con el guitarrista, Eñaut). Junto con Peib, marcan las diferencias entre la estrofa y el estribillo, que aborda la idea de vivir sometidos a la dictadura del algoritmo.

Zenit aspira a un sonido lunar. Salvo la coda, que gana agilidad, los instrumentos se cargan de gravedad, de una pesadez muy patente. Tanto que el fraseo parece amenazado por la producción. Las guitarras son estelas ochenteras que dibujan una continuidad perpetua, y sirven un riff desde lejanía. La letra se adentra en la introspección con tintes dramáticos. Refleja la ingravidez del álbum, la burbuja (otra) en el mundo, «el disfraz». El final nos regresa a la realidad, con elementos como el «portal», y el ritmo se acelera: se rompe la burbuja.

Free City camisetaCon el cambio de pista, las guitarras de Lucharé parecen entrar con limpieza y la ligereza del pop. Son luz en contraste con las de Zenit. También el ejercicio de Peib tiene la intención de otorgar vuelo a una composición con un fraseo despegado de cualquier afectación. Así, encontramos un buen flujo en la estrofa y un estribillo agradable. Canción de recuerdo y lírica sencilla.

A un paso de clausurar el disco nos topamos con Pastillas y gasolina, el primer single de este compendio de canciones. La decisión debió responder a su estribillo canallita y rockero, en la línea de Dickers, La Fuga u otras bandas comerciales. Al margen de ese fragmento, la pista se encontraría a la cola de composiciones más atractivas. Lucharé podría cumplir la misma función.

La pista que cierra el álbum es la que da nombre al mismo. Ingravidez. Recupera los ritmos pausados y el verso crítico, de manera que la obra acabe suntuosamente. Como detalle, las claras referencias al espacio, cuando la portada sienta unas bases terrestres.

Los contrastes de texturas, el paso de la distorsión a las guitarras afiladas y la mezcla de un sonido firme con letras vitales aportan matices muy aprovechables, de los cuales saca tajada sobremanera la voz. Esto supone un cambio respecto de obras anteriores, donde se metía la directa y las canciones se acomodaban en el exceso.

Free City muestra un sonido agresivo, pero las letras buscan el contraste. Asimismo, la banda intenta ser flexible, y no se impone márgenes estilísticos. Y ahí se hace fuerte Ingravidez, con múltiples escenarios.

La parroquia de Free City percibirá el álbum como un estímulo (quizá otros más conservadores frunzan el ceño), y quienes no sigan la obra de los vallisoletanos encontrarán un cebo al que hacerle aprecio.

Ingravidez (2024)

1) Caballo salvaje 2) Puntos de sutura 3) Hermano 4) Burbuja dorada 5) Tus armas 6) Odio el mundo 7) Mil historias 8) Laberinto 9) Zenit 10) Lucharé 11) Pastillas y gasolina 12) Ingravidez

SABICIO

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Esta entrada fue publicada en 20/06/2024 por en Música, Reseña/Crítica y etiquetada con , .

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