Crítica ‘Cine de barrio’ [Loncha Velasco]

Segundas partes siempre fueron buenas. Eso suele decirse… Y vuelve a cumplirse con el nuevo disco de Loncha Velasco. Nos ofrecen Cine de barrio: sesión continua, keta y neón. La rave está servida.

La introducción, Prólogo, no podía tener otro nombre propio que el de Concha Velasco. Ella nos introduce al disco y da la pista clave de lo que vendrá: el cine, porque hay mucho en este álbum. El extra bizarro viene de otra voz incunable: José Manuel Parada.

Y como la anfitriona manda, la primera canción toma como referente la piedra angular de la actriz, La chica yeyé, aquí presentada como La chica yeyó. La definición de ésta también pasaría por alguien pizpireta, pero suma otras características menos políticamente correctas: vicio, gramos y desfase.

El ritmo yeyé se huele, pero transmutan algo con mucha más fuerza, punk rock con reflejos glam del vocalista principal. En otro orden de cosas, acierto el de acortar la original hasta el minuto y medio. De este modo la pista se convierte en algo más vertical, más glandular.

Pero si hablamos de desmelenarse, quizá Tacón y noche cumpla mejor dicha función. En ella, salir del armario se convierte en una catarsis cabaretera. Los instrumentos se ponen al servicio de una melodía metalera tremendamente bailable, con arreglos electrónicos y el scratch volándonos la cabeza. Algo parecido a lo que hizo Sujeto K en 2012.

Muy probablemente estemos ante el punto álgido del disco, uno con tanto carisma que la referencias cinéfilas quedan en un segundo plano (¿Almodóvar y su Tacones lejanos?). Si no te dejas llevar por ella, estás muerto por dentro.

Sergi, Coke, Juanjo, Manu y Rafa (2019) // FOTO: Loncha Velasco

La caja de la batería y un entramado de ópera rock abren El ataque de los clones. Después asistimos a fragmentos que tiran del punk rock para la estrofa y del metal de doble bombo para el estribillo, y ello con una amalgama de registros vocales que ponen los límites en la teatralización del glam y en la rudeza del hardcore.

Aquí el cuerpo de policía es lo clonado, bajo los parámetros de la cobardía, la violencia y la estupidez, y por supuesto la ideología.

El señor de los orillos nos recuerda a Narco. Cómo no va a ser así si Zequione está metido en el asunto. Lleva el peso del corte. Así, durante tres minutos y medio se dan cita los elementos de la banda andaluza: el punk, el rap, la electrónica, el dubstep… Loncha Velasco también echa mano de la calle, de la droga, pero no con tanta virulencia lírica. Como sucede con Narco, un producto de nicho con muchos asideros a partir de los cuales introducirse en este mapa de estilos. La caída de los dealers y las drogas.

Toda el armazón de El señor de los orillos, en Piratas del mechero se reduce al riff, el solo y un estribillo ágil con una pátina de heavy. Es un guiño simpático a la mafia del mechero, y una forma agradable de darle la vuelta al álbum.

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La séptima pista, La sustancia X, es una idea gamberra a base de humor escatológico, drogas y un empaquetado dubstep. Una ida de olla loca que se vuelve más tróspida si destapamos que los cimientos de la misma se encuentran en la serie animada Las Supernenas. Otra canción ravera cargada de arreglos industriales.

Abre los ojos es totalmente diferente a lo escuchado en Cine de barrio hasta este momento. No hay humor, no hay crítica socio-política. El tono se atempera. La salud mental centra la lírica. Y el suicidio. En cuanto a los instrumentos, nos recibe una melodía fría, a la que se le sigue un rap de base austera. El estribillo, sin embargo, es robusto, y queda en manos de un coro poblado. Es un grito de auxilio. Tras ello, entramos en un túnel cálido de punteos. El cierre lo pone el hardcore, y la batería se erige como pilar irreductible.

Clip de El día de la bestia para introducir El resurgir de la bestia. Y, por si hicieran falta más piezas para el puzzle, tenemos a César Strawberry. El resultado, indiscutiblemente, es hijo de Def Con Dos. Líneas de guitarra muy finas y una base de distorsión que ofrece una melodía muy regular. Al otro lado nos espera un estribillo punk rock muy glandular. Este es para todos; la estrofa, por su parte, pues como la banda invitada, tiene su propio estilo y es tan expositivo -sobre la religión- como subjetivo.

La última canción, El Capitán España, es un trallazo hardcore. Una estrofa larga y endiablada y un estribillo que arrolla hasta insuflar adrenalina. La colaboración de Non Servium tiene mucha culpa. Sorprende la duración, porque se acerca a los cinco minutos, pero es una gozada de lo bien que fluye. Del mismo modo que pasó con Steve Rogers, que acabó metido en la piel del Capitán América, Loncha Velasco prefigura la historia del «héroe» patrio. De defender la República a servir al Estado franquista. Y tiene capa. El final de 1984 tiene menos drama…

Tal y como empieza Cine de barrio, acaba. Concha Velasco cierra la obra. Los Créditos. No se sabe por qué no es un epílogo (si hay prólogo…).

Pocas pegas se le pueden poner a la segunda publicación de Loncha Velasco. El grupo malagueño realiza un barrido por las diferentes facetas del rock y sale vencedor de todos sus encuentros. Narco, Def Con Dos, Non Servium… son muchas las caras que adopta la banda. A partir de ahí, el oyente puede valorar qué semblante le convence más.

Asimismo, la faceta humorística no se lleva hasta el extremo, por lo que no podría considerarse una banda de humor propiamente dicho. Más bien hablaríamos de una ficción jocosa, porque hay denuncia.

Lo que está claro es que las composiciones de Loncha Velasco dan para un directo bien imprudente. Rave no apta para todos los públicos. Aquellos que se deleitan con formaciones como Sons of Aguirre & Scila, Narco y Def Con Dos, ya tardáis; los que sufrirán la pérdida de Mafalda, aquí tenéis el clavo ardiendo.

Cine de barrio (2023)

1) Prólogo 2) La chica yeyó 3) Tacón y noche 4) El ataque de los clones 5) El señor de los orillos 6) Piratas del mechero 7) La sustancia X 8) Abre los ojos 9) El resurgir de la bestia 10) El Capitán España 11) Créditos

SABICIO

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