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Reflexión y documentación del rock en español.

Crítica ‘Se nos lleva el aire’ [Robe]

Robe - Se nos lleva el aire - FrontalFiesta nacional para el rock estatal. Los medios generalistas vuelven a poner los ojos en el género, y eso significa que Robe ha sacado disco. El quinto. Se nos lleva el aire ha sido grabado por Pablo Pulido y Íñigo Extebarrieta,, entre Estudio Uno y Tresnueces Estudio. Diez canciones que parten el disco en dos. Diez canciones que parten el disco en dos.

El primer corte, El hombre pájaro, recoge la idea de la portada y la pone en verso. Habla de la falta de capacidad para mantenerse en el suelo, para estar sujeto a la realidad, e incluso se verbaliza el hecho de descender a los infiernos. De manera indirecta, se trata el tema de la ayuda, de los cuidados (que no tienen por qué venir de una persona).

La melodía sienta las bases de lo que se siente de forma excepcional, con especial brillantez en aquellos momentos álgidos, donde se plasma cierta vaporosidad. Para ello, la melodía se sirve de instrumentos que pesan poco, véase el piano y el violín. La canción va creciendo en intensidad, en clara referencia a la ascensión del frontman.

Los discos de Robe necesitan puntos de dispersión. Canciones tan extensas y con un sonido tan particular, que suben y bajan rápido, tan rico en matices que cuesta traspasar sus fronteras en frío, necesitan contrapesos que rompan lo que podría convertirse una hora excesivamente homogénea.

Viajando por el interior cumple esa función. Es una pista contundente que quiebra la hegemonía instrumental a golpe de potencia. Y de Woody. Pero eso no significa que los instrumentos no tengan peso, porque la base rítmica, el Hammond y la propia guitarra están recubiertos de una capa sinfónica importante. Robe, por su parte, se deja de adornos y va por la vía rápida, en paralelo a esa lucha interna que sufre, sus «pulsiones».

La letra continúa el camino de El hombre pájaro, y atraviesa ese estado de incertidumbre en el que la felicidad no se presenta, el cambio forzado amenaza y la cordura amenaza con esfumarse.

Robe banda

Robe, Alber, David, Carlitos, Lorenzo, Álvaro y Woody // FOTO: Robe

Nada que perder. Uno de los adelantos del disco. Por un lado, deja esa sensación de algo ya ha oído, una canción vitalista con mucho vuelo; por el otro, nos acerca a un Robe más terrenal. La letra luce desprovista de barroquismo retórico. Una pista de carácter personal que además nos pinta un protagonista casi mundano, más de lo que cabría esperar, un superviviente con errores y adicciones. Aun así, la letra está salpicada de elementos que pueden llevar el ejercicio hermenéutico hasta el infinito: la nada, la razón, lo efímero, el paso del tiempo… Allá cada uno con su menú.

El cuarto corte, A la orilla del río, es una canción juguetona, que se oye como ese «sauce llorón» del que habla, a merced del aire y en comunión con lo orgánico. Sus paredes encierran un punto de fantasía, hasta el título parece remitir a la obra de Tolkien. Una pista fresca que se disfruta entre las primaverales ventanas del coro, el violín y el registro reposado del cantante. Y, por supuesto, a partir del rollito setentero que en ocasiones desprende.

El poder del arte tiene un inicio de película, clásica además, algo así como una escena en un falso callejón donde están a punto de cerrar sus comercios. Se podría decir que cautiva. Muy evocadora. No obstante, el primer verso lo rompe todo: «Demasiada droga sólo para mí». Lo dulce y el rock transgresivo logran un lugar de encuentro.

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Pero también hay salsa, y un arranque punk, y un dúo de Hammond y batería, y un fragmento en el que Robe ejecuta el verso bajo las gotitas de una guitarra… Un puzzle de nueve minutos en el que se expresa el «poder del arte». El arte lo sería todo y todo está en la canción del arte. Ópera punk con una capacidad de condensar arrolladora. El cierre, una referencia a Apocalipsis Now: «Me encanta el olor a napalm por la mañana». Al final resulta que la mierda no tiene un sabor tan desagradable. Abre con aires de cine, el puente es puro musical y cierra con cine en mayúsculas.

Después de veinte minutos de disco con medios tiempos, aromas tropicales y progresiones continuas, el disco necesita otra muestra de fortaleza. Esta viene de la mano de Haz que tiemble el suelo. Aparece el Robe desafiante, y la vertiente rock explota entre una lírica sencilla. Viste rocosa, y puede deleitar a la old school, pero probablemente no estará entre las favoritas del público.

La séptima pista, Puntos suspensivos, vuelve al Robe que navega entre la nostalgia y la ternura, y se pretende esa ascensión a algo más grande que el mero hecho de la música. Canción marca de la casa. Sin embargo, el estilo, después de un trayecto exigente, se ve afectado. Es como volver a recorrer el mismo camino pero con carga a la espalda, y con tres pistas todavía en el zurrón. Disfrutamos de cómo rompe el piano antes del final, de la intensidad del estribillo e incluso del romanticismo que se nos lanza a la cara, pero resuena a fórmula, a máquina en automático. Para los más fans.

Robe-camisetasIninteligible sigue los pasos de su predecesora. Es atractiva por la forma de amalgamar la rumba y el flamenco, por los ya recurrentes cambios de ritmo, por un Robe hosco libre de ataduras retóricas y por la pasión de las guitarras, aquí Woody Amores hace suya la canción; pero el conjunto permanece en el saco de canciones de recurso. Son temas que funcionan bien por separado, pero que en el continuo de un álbum no le siguen a la zaga a las grandes composiciones.

Adiós cielo azul, llegó la tormenta, que recuerda a Adiós abanico, que llegó el aire de Extremoduro, hubiese sido un gran corte que colocar entre pistas complejas, duras de masticar, pero tras Puntos suspensivos e Ininteligible se encarga de mantener el disco en un lugar muy diferente al de los inicios. Llegados a este punto, y desde hace un par de canciones, es como si habláramos de dos discos diferentes. Es verdad que Adiós cielo azul, llegó la tormenta aporta frescura, cierta vitalidad, que resulta agradable y hasta genera un punto de simpatía respecto de una banda que parece tocar desde un pedestal, pero ofrece un recorrido algo complaciente.

La última pista, Esto no está pasando, sí resulta un acierto. Principalmente porque tiene entidad propia, mucha, y quizá una intención, que podría ser, por ejemplo, la de transgredir un discurso elevado e incluso la de no tomarse en serio a sí misma. Hay muchas opciones, y ya se sabe… la hermenéutica. Duración apropiada -cerca de dos minutos- y también el tono, una gamberrada punk que tiene algo de celebración y un poco de Porretas. Apela al Robe de los inicios, el inconformista de sonido paupérrimo (hoy ya un trampantojo). A buen seguro que sus pogos desequilibrarán los directos en las primeras filas y derramarán cervezas en las medianías.

A día de hoy, prácticamente es imposible decir que un disco de Robe es malo. Por el hate [;)] y porque sería mentir. Aquí, una vez más, el extremeño demuestra que hace grandes canciones, porque todas se ganan nuestro favor. La experiencia de Se nos lleva el aire vuelve a ser una montaña rusa de sensaciones, y es muy poco probable que no encuentres acomodo en ninguno de los lechos que prepara.

Como el mismo Robe ha afirmado en rueda de prensa, hay mucho de banda en el proyecto («Somos más banda de lo que ha sido Extremoduro nunca»), y se nota. Se intenta que todos los instrumentos interactúen en combinación, y la máxima representación de esta premisa es la voz de Lorenzo González, que funciona más como velo constante que como segunda voz independiente.

Tal vez tenga momentos más inspirados que Mayéutica, pero está lejos de ser perfecto. Demasiado largo. Se produce lo que llamaré «la paradoja de Robe»: llegado un momento, su estilo excelso se le vuelve en contra. Su rock progresivo requiere abundancia de metraje para plasmar todos los estados que atraviesan cada una de las composiciones, para subir a la cima y descender la ladera, para crear atmósferas y salir de ellas, creando otras. Su madeja musical.

¿Pero qué pasa cuando una canción no ofrece el nivel top? Que se nota mucho, porque parece hueca. Para que esto no pasase, el álbum debería mantenerse constantemente arriba (en lo referente al concepto, la temática). Sin embargo, estar siempre arriba es contraproducente, porque aplana el disco (una película tiene fragmentos de enlace y momentos catárticos, un menú tiene dulces y salados). Es decir, debe haber puntos álgidos y valles.

Robe-discos¿Cómo son aquí esos valles? Canciones románticas, más cotidianas y con una extensión que ronda los seis minutos. Mucho tiempo y poca carga, y por ahí llora la criatura. El contraste entre lo bueno y lo muy bueno resulta demasiado acusado.

Se nos lleva el aire se carga de referencias actuales e interesantes durante la primera parte y se vuelve coloquial en la segunda. A no ser que prefieras el engranaje de elementos sencillos, es probable que percibas que el disco va de más a menos. También porque la escucha es exigente, y una hora metiendo leña en el caldero no es moco de pavo. Y ojo, que hablo de la obra en conjunto, que luego las canciones sueltas funcionan como un tiro.

El disco de Robe habría ganado con un par de temas menos. Y quedaría en los 50 minutos, que sigue siendo suficiente para una experiencia más que satisfactoria.

Me detengo también en la portada. Los diseños de Robe siempre son relevantes. Desde luego, antes me quedaría con Mayéutica. Menos es más. Los otros (el primero no) me resultan un tanto artificiales, como hechos por IA. Además, la portada de Se nos lleva el aire, en concreto, parece más propia de una banda de ska, con todos los miembros suspendidos en el aire y la ropa tirada cual habitación de un adolescente. El disco de Robe no destaca por su ligereza ni por el desorden. Es un reloj suizo. Además, parecen pegados sobre un fondo de escritorio de Windows. Por el contrario, la imagen de la gira, en alusión a Los santos inocentes, me parece magnífica.

Finalmente, querría señalar mi intención de realizar la crítica sin mencionar a Extremoduro, porque no puede ser que sigamos volviendo a la banda cada vez que Robe saca compacto, ¡que van cinco discos! Pero es francamente difícil, porque Robe parece tenerla en el punto de mira, su proyecto actual no deja de estar anclado a aquella época, ya sea mediante versos sueltos o directamente con títulos que remiten a Extremoduro. Quizá su vivencia personal no pueda desligarse de su expresión artística.

Se nos lleva el aire (2023)

1) El hombre pájaro 2) Viajando por el interior 3) Nada que perder 4) A la orilla del río 5) El poder del arte 6) Haz que tiemble el suelo 7) Puntos suspensivos 8) Ininteligible 9) Adiós cielo azul, llegó la tormenta 10) Esto no está pasando

SABICIO

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Esta entrada fue publicada en 29/02/2024 por en Música, Reseña/Crítica y etiquetada con , .

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